El secretario de Estado Marco Rubio emprende pronto su viaje inaugural como máximo diplomático de Estados Unidos. Su primera parada, Panamá, podría resultar la más polémica del itinerario tras las reiteradas exigencias del presidente Donald Trump de controlar el Canal de Panamá.
“La soberanía panameña sobre el canal es clara. No hay discusión sobre este tema. El alma de un país no se discute”, enfatizó este jueves el presidente de Panamá, José Raúl Mulino, a pocos días de su encuentro programado con Rubio.
Sin embargo, la administración Trump no parece dejar pasar este asunto. En su discurso de investidura, Trump mencionó a Panamá seis veces, más que a cualquier otro país extranjero. Él y sus aliados republicanos pintan cada vez más un oscuro escenario en el que el Canal de Panamá ha caído secretamente bajo control militar chino, argumentando que por eso Estados Unidos necesita recuperar el canal de las garras de Beijing.
“Una potencia extranjera posee hoy, a través de sus empresas, que sabemos que no son independientes, la capacidad de convertir el canal en un punto de estrangulamiento en un momento de conflicto”, insistió el propio Rubio durante sus audiencias de confirmación en el Senado este mes.
“Eso es una amenaza directa para el interés nacional y la seguridad de Estados Unidos”, añadió.
Aunque suene siniestro, la realidad no es tan sencilla. Aquí hay una verificación de hechos sobre las afirmaciones que la administración de Trump ha hecho sobre el Canal de Panamá.
Trump se ha quejado durante mucho tiempo del “mal acuerdo” que hizo Jimmy Carter cuando devolvió el canal a Panamá en 1977. Pero ha ido subiendo la retórica y las falsedades desde el principio de su segundo mandato.
“Se rompió la promesa que Panamá nos hizo”, dijo Trump durante su discurso de investidura. “Sobre todo China está operando el Canal de Panamá y nosotros no se lo dimos a China, ¡se lo dimos a Panamá y lo estamos recuperando!”.
En su red social Truth Social, Trump también afirmó –sin pruebas– que se desplegaron soldados chinos en el canal y que “Panamá está, con gran velocidad intentando quitar el 64% de los letreros que están escritos en chino. Están por toda la Zona”.
Pero la “Zona” –un antiguo enclave estadounidense que bordea el canal– no existe desde 1979.
Y si el escenario que describe Trump suena como el argumento de una película, bueno, lo era. En la película de 2001 “The Tailor of Panama”, protagonizada por Pierce Brosnan y Geoffrey Rush, Estados Unidos invade Panamá tras recibir información falsa de que China está intentando comprar el canal en secreto.
En realidad, desde 2000 el canal es gestionado por la Autoridad del Canal de Panamá, cuyo administrador, subadministrador y junta directiva de 11 miembros son elegidos por el Gobierno panameño pero funcionan de forma independiente.
La mayoría de los empleados del canal son panameños y Panamá designa a las empresas adjudicatarias de los contratos para gestionar los puertos cercanos al canal. Los barcos que transitan por los 80 kilómetros de largo del canal deben ser pilotados por capitanes locales que trabajan para la Autoridad del Canal.
Aunque existe una preocupación real por el aumento de las inversiones chinas en América Latina, Panamá incluida, hasta la fecha no hay pruebas de actividad militar china en Panamá. En su conferencia de prensa de este jueves, Mulino dijo que el Gobierno de EE.UU. aún no proporcionó a su administración ninguna prueba que hayan reunido del control chino del canal.
La administración Trump parece estar apuntando al hecho de que Panama Ports –parte de una filial del conglomerado con sede en Hong Kong CK Hutchison Holdings– opera terminales en los lados Atlántico y Pacífico del canal. Lo mismo hacen varias otras empresas.
Hutchinson obtuvo por primera vez la concesión de los dos puertos en 1997, cuando Panamá y EE.UU. administraban conjuntamente el canal. Ese mismo año, el control de Hong Kong -–donde tiene su sede Hutchinson– pasó del Reino Unido a China.
Aunque se halla bajo la esfera de influencia de Beijing, Hutchison no es una oscura empresa de fachada militar china. Cotiza en bolsa, no figura en ninguna lista negra de Estados Unidos y su filial Hutchinson Ports es uno de los mayores operadores portuarios del mundo, con 53 puertos en 24 países, incluidos otros aliados de Estados Unidos como el Reino Unido, Australia y Canadá.
Hutchison no controla el acceso al Canal de Panamá. Los trabajadores de sus dos puertos solo cargan y descargan contenedores en los barcos y les suministran combustible. Y no son los únicos: otros tres puertos en las inmediaciones del canal están operados por empresas competidoras que prestan servicios similares.
Desde los comentarios de Trump, el Gobierno de Panamá anunció una auditoría de Panama Ports, propiedad de Hutchison. La empresa dice que está cumpliendo plenamente e incluso invitó a Rubio a visitar sus puertos.
“Se ha extendido una invitación al secretario de Estado para que visite nuestras instalaciones de la terminal en Panamá durante su viaje programado al país”, dijo el portavoz de Hutchison Ports, Anthony Tam, en un correo electrónico a CNN.
El Departamento de Estado no quiso comentar si Rubio planeaba aceptar la invitación para visitar lo que la administración Trump ha descrito –incorrectamente– como un puesto militar chino de facto en Panamá.
En virtud del tratado de 1977 con Panamá, EE.UU. devolvió el canal con el entendimiento de que la vía navegable permanecería neutral.
Según el acuerdo, EE.UU. podría intervenir militarmente si las operaciones del canal se vieran interrumpidas por un conflicto interno o por una potencia extranjera. A esto parece referirse Trump cuando amenaza con “recuperar el canal”.
Pero sería difícil argumentar que las operaciones de la vía acuática están interrumpidas o en peligro. Tras la ampliación del canal, que comenzó en 2007 y Panamá financió con un costo de más de US$ 5.000 millones, nunca circuló más carga por el canal, incluso si lo comparamos con los años de administración estadounidense.
Una ocupación estadounidense del canal iría en contra del derecho internacional y del tratado que Estados Unidos aceptó.
Desde la invasión estadounidense de 1989 que derrocó al dictador Manuel Noriega, Panamá no tiene Ejército, pero los panameños protegen ferozmente el canal, que es fundamental para su identidad nacional. Y a pesar del ruido de sables que proviene de la administración Trump, intentar forzar el tema plantearía grandes complicaciones para otras dos prioridades principales de Estados Unidos: la migración y la economía.
El canal no es el único paso crítico que controla Panamá. Amenazar militarmente a Panamá podría abrir el Tapón del Darién, el paso por la selva por el que cientos de miles de inmigrantes se dirigen desde Sudamérica hacia Estados Unidos.
Mulino había prometido cerrar la brecha a los migrantes hacia el norte con la ayuda de Trump, pero no cuenten con que cumpla sus antiguos compromisos si las botas estadounidenses tocan suelo panameño.
Los estadounidenses también sentirían el calor. Al menos 25.000 ciudadanos estadounidenses viven en Panamá y probablemente se verían perjudicados por cualquier acción militar estadounidense para tomar el canal. La interrupción de las operaciones del canal probablemente dispararía los precios de los productos estadounidenses, desde los automóviles hasta las zapatillas de deporte (alrededor del 40% del tráfico de contenedores de Estados Unidos pasa por la vía navegable).
Y, por supuesto, incumplir un acuerdo de décadas e intentar arrebatar el canal por la fuerza a un aliado sería una mina de oro propagandística para Rusia y China, que han pedido mantener la neutralidad en el canal.
Cualquier acción militar estadounidense también avivaría aún más las tensiones en América Latina, donde las deportaciones masivas ya han puesto a prueba las alianzas de Washington en la región.
El sueño de Trump de ondear una bandera estadounidense sobre el Canal de Panamá tendría un costo mucho mayor del que parece haber calculado.
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