Cuando Víctor Hugo Saldaño le preguntó al policía que lo interrogaba cuántos años de cárcel podrían caerle por secuestrar y matar a Paul Ray King, no parecía siquiera sospechar que las próximas tres décadas de su vida iban a transcurrir en el corredor de la muerte, en Texas.
Saldaño, un argentino que había escapado de su casa a los 17 años, fue condenado a la pena capital en 1996. Tras varios reveses judiciales, un nuevo habeas corpus presentado a mediados del año pasado busca probar que sufre una discapacidad intelectual que lo eximiría de la ejecución.
Lidia Guerrero, su madre, vive en Córdoba, la segunda provincia más poblada de Argentina. Desde su casa, responde por teléfono a CNN que su hijo siempre tuvo una obsesión: quería conocer el mundo.
“Yo no le daba mucha importancia, porque a veces los chicos quieren cosas”, dice.
El padre de Saldaño abandonó el hogar cuando Víctor tenía dos años y Guerrero tuvo que hacerse cargo sola de él y sus dos hermanas. Cuenta ahora que, entonces, trabajaba todo el día y llegaba tarde a casa.
Según su madre, “Huguito”, como lo llama cariñosamente, era “un niño más bien solitario”. “No tenía mala conducta, pero sí una cierta incomunicación”, dice. “Yo me preguntaba ¿por qué este chico no me contesta? Cualquier chico que uno lo reta, reacciona o te explica, pero él se callaba, era introvertido”, recuerda.
Un día se fue sin avisar. Guerrero relata que tenía el bolso listo porque acababa de llegar de la Escuela de Mecánica Armada (ESMA), en Buenos Aires, donde estudiaba. Cursaba en la Marina porque Lidia le había dicho que esa carrera le daría la posibilidad de viajar, pero al descubrir que no era así se dio de baja. Guerrero le preguntó que qué iba a hacer ahora y se fue a poner la mesa, pero cuando volvió a buscarlo para comer, no estaba más.
“Así empezó su periplo”, dice.
Cada siete u ocho meses llegaba una carta contando dónde estaba, pero sin remitente: “Nunca mandó una dirección, calculo que intencionalmente para que no lo fuéramos a buscar”.
A través de esos escritos, Guerrero reconstruye los pasos de su hijo los siguientes siete años. Estuvo en Buenos Aires, volvió a Córdoba, viajó al norte del país, a la provincia de Salta, Formosa y cruzó la frontera. En Florianópolis, Brasil, visitó a su padre un tiempo, pero siguió viaje. Se unió a unos artesanos en Mato Grosso, fue subiendo por Venezuela, Colombia, Honduras, Costa Rica, México, hasta llegar a Estados Unidos.
La última carta que envió estando en libertad fue desde Texas. Decía que estaba en un barrio muy peligroso. “Acá todos andan armados y corre la droga”, escribió.
“No era una persona que se asiente”, dice Guerrero al teléfono, “me parecía que era un vagabundo, no podíamos estar tranquilos”.
La siguiente vez que llegaron noticias, ya estaba preso y cuando Lidia por fin pudo volver a ver su hijo, fue detrás de un vidrio de seguridad, en la cárcel del condado Collin. Habían pasado siete años.
La defensa de Saldaño nunca negó el crimen: secuestró y mató a Paul Ray King en noviembre de 1995.
King, un estadounidense de 46 años, empleado de una tienda de productos electrónicos, fue interceptado por Saldaño y un amigo mexicano, Jorge Chávez, en las afueras del supermercado Sack N Save, en la localidad de Plano. Allí lo secuestraron y lo llevaron en su propio auto hasta la zona de Tickey Creek, en el lago Levon, donde le robaron su dinero en efectivo y lo mataron.
A Saldaño lo detuvieron una hora más tarde con el arma homicida.
Según declaró Chávez ante la justicia, el argentino lo sacó del auto, lo llevó unos metros bosque adentro y le disparó. “Lo escuché riendo como un loco”, dijo su cómplice, que fue juzgado por separado y recibió una pena menor. El policía que le tomó testimonio a Saldaño en la comisaría también dijo que Saldaño lucía “divertido” durante su confesión.
King recibió cinco disparos: uno en la mano izquierda, tres en el pecho y el abdomen, y uno detrás de la oreja a corta distancia.
El 11 de julio de 1996, un jurado lo declaró culpable de asesinato.
Entonces, “The Dallas Morning News” publicó que después del juicio, el hijo de la víctima, David King de Richardson, dijo que el jurado tomó la decisión correcta. CNN trata de comunicarse con el hijo, hasta ahora sin éxito.
En el estado de Texas, la pena de muerte se determina a partir de la condición de “peligrosidad futura” del acusado, es decir, la probabilidad de que la persona juzgada siga cometiendo actos delictivos a lo largo de su vida, y la inexistencia de circunstancias atenuantes que justifiquen una cadena perpetua en su lugar.
Durante el primer juicio contra Saldaño, uno de los peritos presentados por la Fiscalía consideró que, entre otras características, el hecho de que fuera hispano era un factor que pesaba a favor de la “peligrosidad futura”, alegando que los hispanos estaban sobrerepresentados en las cárceles en comparación con el resto de la población reclusa.
Este punto fue clave para que la Corte Suprema de Estados Unidos pidiera revisar el caso, por contener discriminación racial. Incluso el fiscal general de Texas en ese momento admitió que la introducción de la raza como factor para determinar la peligrosidad futura violaba el derecho a un trato igualitario ante la ley. Sin embargo, la sentencia volvió a confirmarse en un segundo juicio en el que Saldaño, según sus abogados, mostraba un deterioro notable de su salud mental.
“Llevaba años en el corredor de la muerte”, dice a CNN Juan Carlos Vega, abogado de Guerrero en Argentina.“Tenía una degradación mental absoluta”. Vega describe comportamientos inapropiados de índole sexual y fuera de contexto del acusado durante las audiencias de ese segundo proceso judicial iniciado en 2004. “Esto implica una incompetencia procesal, no tenía ninguna posibilidad de defenderse ni de colaborar en su defensa, lo que lleva a la nulidad de cualquier juicio”, explica e insiste que, en consecuencia, el racismo que determinó el primer juicio terminó determinando el segundo. Pero la Corte Distrital a cargo del proceso jurídico consideró que Saldaño era competente para enfrentar un juicio.
Ante la decisión de la justicia de Texas de ratificar la condena, Guerrero y Vega presentaron el caso ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) de la Organización de los Estados Americanos (OEA), que el 10 de diciembre de 2016 emitió un informe de fondo recomendando conmutar la pena y trasladarlo fuera del corredor.
La corte de Texas hizo caso omiso y no respondió las recomendaciones del organismo.
Ese mismo año, el papa Francisco recibió a la madre de Saldaño en el Vaticano. “Me dijo que rezaba por mi hijo y que lo lleva en su corazón y en su memoria”, dijo a la prensa después del encuentro.
La Unidad Allan B. Polunsky es la cárcel del Departamento de Justicia Criminal de Texas donde se encuentran los condenados a la pena capital desde 1999. El informe de la OEA cita que, en el segundo juicio, un sargento que trabaja allí declaró que los detenidos del corredor de la muerte pasan al menos 23 de las 24 horas del día en total aislamiento, en celdas de tres por dos metros y con un buzón como única conexión con el exterior.
“Ahorita ya no sé qué hacer, estoy desesperado, camino de un lado al otro, soy como un ratón en un cajoncito”, dijo Saldaño en una entrevista periodística desde la cárcel años atrás.
Actualmente, ya tiene 53 años. Ha vivido más tiempo dentro del corredor de la muerte que fuera de él.
“Desde el interior de las celdas no se ve claramente quién está afuera y siempre hay mucho ruido y muchos gritos de otros presos”, dijo a CNN una fuente con conocimiento del caso “El recreo está limitado a una vez por día y Saldaño, muchas veces, tampoco lo toma”, agregó.
De acuerdo con el informe, el confinamiento extremo en el que vive Saldaño “provocó episodios psicóticos” que implicaron internaciones en el hospital psiquiátrico del sistema penitenciario. Dichos registros constan en los expedientes judiciales.
En la actualidad, 174 personas esperan en el corredor de la muerte de Texas, según la información más reciente del Departamento de Justicia Criminal estatal. Cuatro de ellas ya tienen fechas de ejecución programadas entre febrero y abril de este año. Una vez aplicada la inyección letal, en el sitio web del Departamento se publicarán sus palabras finales y pasarán a integrar la lista de los más de 500 reclusos ejecutados en ese estado desde 1982 hasta hoy.
“Es de una crueldad muy refinada”, dijo Horacio Wamba, excónsul argentino en Houston entre 1999 y 2004, en el documental sobre la vida del criminal cordobés “Saldaño, el sueño dorado”. Durante su gestión, Wamba visitaba regularmente a Saldaño y contó que a los reclusos condenados a la pena capital los llaman “los muertos que caminan”, algo que coincide con el relato de la madre a CNN.
CNN se comunicó con el Consulado de Argentina en Houston pero no accedieron a dar una entrevista.
“Él no soporta vivir en esa prisión y por eso lo que él quiere es quitarse la vida”, dice Guerrero que afirma que su hijo ya lo intentó en más de una oportunidad.
La cuestión racial y de la salud mental de Saldaño ha atravesado su historia a lo largo de todo el caso. Ya durante el primer juicio, un experto de la defensa había señalado que su coeficiente intelectual podría estar debajo de la media, pero como el acusado no hablaba inglés, le resultaba confusa la interpretación de sus comportamientos.
Sin embargo, una nueva presentación ante la Corte de Apelaciones Criminales de Texas busca otra oportunidad para la causa del argentino.
CNN accedió al documento ingresado en junio de 2024.
Un equipo de expertos viajó a la ciudad donde creció Saldaño, en Córdoba, Argentina, para investigar más acerca de la historia del condenado.
Allí se reconstruye la vida de Saldaño desde su infancia hasta la detención y se llega a la conclusión de que tiene una discapacidad intelectual que precede el asesinato de King en 1995.
“Un trastorno que comienza durante el período de desarrollo y que incluye déficits de funcionamiento intelectual y adaptativo en los dominios conceptual, social y práctico”, alega la nueva defensa que extiende el análisis más allá del IQ (que vuelve a darle en niveles border en dos oportunidades más).
Esta nueva investigación contiene testimonios de más de una decena de personas que vieron crecer a Saldaño durante los primeros años de su vida en Córdoba y, además, la evaluación, posterior a la condena, de tres médicos que confirman el diagnóstico.
Algunas de las conclusiones del informe son: “En las observaciones de las personas que conocieron a Víctor cuando era niño incluían que parecía inmaduro y más joven que su edad, que no podía hacer amigos (…) tampoco comprendía que otras personas se estaban burlando de él”. “Las limitaciones del Sr. Saldaño a menudo lo ponían en peligro (…) fue atropellado por un automóvil en dos ocasiones (…) no lograba entender cómo evitar los automóviles en la calle”.
De acuerdo con el habeas corpus, la ejecución de personas con discapacidad viola la octava enmienda de la Constitución de EE.UU. por lo que si la Corte diera lugar a este pedido, la suerte de Saldaño podría cambiar definitivamente.
CNN se comunicó con la Corte de Apelaciones de Texas para obtener comentarios pero no ha recibido respuesta.
“Yo siempre tengo esperanza, todos los días tengo esperanza, pero ya trato de aceptar, estoy grande. Estoy resignada a una situación que me supera, ya no puedo viajar como antes”, dice ahora Lidia Guerrero, que desde la pandemia no ha vuelto a ver a su hijo.
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