Desde la invasión a gran escala de Ucrania por parte de Moscú en 2022, la economía rusa superó las expectativas. Sus cifras no son optimistas, pero tampoco ruinosas. El año pasado, la economía de guerra probablemente creció más rápido que Estados Unidos y todas las principales economías europeas. El desempleo está en un mínimo histórico. Y si el creciente presupuesto de defensa ha limitado otros gastos, eso es solo temporal.
Estas estadísticas envían un mensaje a los públicos nacionales e internacionales, dijo Elina Ribakova, investigadora principal del Instituto Peterson de Economía Internacional. Al público ruso: “Todavía estamos en pie”. A los aliados de Ucrania: “Podemos sobrevivir”.
La imagen de Rusia como un país fuerte desde el punto de vista económico tiene consecuencias reales. En Occidente, algunos han puesto en duda que las sanciones impuestas por los partidarios de Ucrania (y desestimadas por el presidente Vladimir Putin como meros “obstáculos logísticos”) funcionen. Si no es así, ¿para qué molestarse?
Pero otros expertos dicen que esta imagen de resiliencia es un espejismo, cuidadosamente creado por el Kremlin para hacer creer a sus adversarios que la economía rusa está en buena forma. A medida que la guerra se acerca a su tercer aniversario, esta máscara está empezando a caerse.
Para explicar el aparente poderío económico de Rusia, los analistas han recurrido a metáforas. Algunos han usado la frase “con esteroides” para describir un crecimiento rápido, pero antinatural e insostenible.
“Los esteroides son buenos, pero aun así producen algo de músculo. Yo no lo llamaría músculo”, dijo Ribakova a CNN. “Es más como andar por ahí con cocaína”.
Rusia podría sufrir pronto el dolor después de la fiesta. Los funcionarios rusos, cada vez más descontentos, han advertido que la economía rusa está llegando al límite de lo que puede producir, lo que hace subir los precios. La inflación se aceleró el año pasado a pesar de que el Banco Central subió las tasas de interés al 21% en octubre, un máximo en dos décadas.
Mientras firmaba una serie de decretos en su primer día de regreso en la Casa Blanca, el presidente de EE.UU., Donald Trump, dijo que la economía de Rusia era una señal de que el país estaba en “grandes problemas” y que Putin estaba “destruyendo a Rusia al no llegar a un acuerdo” sobre Ucrania.
Prueba de ello son el impacto de las nuevas sanciones , la persistente escasez de mano de obra y los indicios de una burbuja crediticia. A pesar de los recientes avances en el campo de batalla, los analistas afirman que el empeoramiento de los problemas económicos de Rusia podría llevar a Putin a la mesa de negociaciones antes de lo esperado y hacer que el alivio de las sanciones sea una moneda de cambio más poderosa para Occidente.
A lo largo de la guerra, el Kremlin ha hecho un uso extensivo de una estrategia conocida como “control reflexivo”, cuyo objetivo es moldear las percepciones de un adversario de manera tal que lo lleve –en este caso, los aliados occidentales de Ucrania– a elegir acciones que beneficien a Rusia.
Un buen ejemplo son las armas. Cada vez que Occidente ha considerado enviar nueva tecnología a Ucrania (primero, tanques modernos; luego, aviones de combate, y después, armas de largo alcance), el Kremlin ha advertido de consecuencias nefastas, que podrían incluir un ataque nuclear. Esto ha ralentizado el suministro de armas a Kyiv, lo que ha beneficiado a Moscú.
La economía no es diferente. El Kremlin quiere convencer a los aliados de Ucrania, en particular a Estados Unidos, de la fortaleza económica de Rusia. Si Rusia puede financiar su guerra durante años, Estados Unidos podría apoyar un alto el fuego que favorezca los objetivos del Kremlin. Controlar las percepciones es primordial, dicen los observadores.
De modo que resulta útil alardear del poderío económico de Rusia. En su maratónica conferencia de prensa anual del mes pasado, Putin dijo que la economía de Rusia estaba creciendo “a pesar de todo”, superando a Europa y a Estados Unidos.
El crecimiento económico y el bajo desempleo se han convertido en las “cartas de triunfo” de Putin, escribió recientemente Alexandra Prokopenko, investigadora del Centro Carnegie Rusia Eurasia.
Pero estas cifras principales ocultan tendencias preocupantes. Rusia está ocultando el verdadero costo de su guerra recurriendo a un “esquema de financiación extrapresupuestario”, según un nuevo informe de Craig Kennedy, asociado del Centro Davis de Estudios Rusos y Euroasiáticos de la Universidad de Harvard.
Si bien el presupuesto de defensa de Rusia, “muy analizado”, se mantiene en niveles sostenibles, se ha producido un aumento paralelo y “en gran medida pasado por alto” del endeudamiento corporativo. Estos préstamos parecen privados, pero en realidad son gastos estatales disfrazados, escribió Kennedy.
El 25 de febrero de 2022, el segundo día de la invasión a gran escala, Rusia promulgó una ley que faculta al Estado a obligar a los bancos a prestar a las empresas que proporcionan bienes y servicios para la guerra en los términos establecidos por el Estado, señaló.
Según Kennedy, entre mediados de ese año y finales de 2024, Rusia ha experimentado un aumento “anómalo” del 71% del crédito privado, por un monto equivalente al 19,4% de su producto interno bruto. Calcula que hasta el 60% de esos préstamos (hasta US$ 249.000 millones) se han concedido a empresas relacionadas con la guerra. “Son préstamos que el Estado ha obligado a los bancos a conceder en condiciones concesionarias a empresas relacionadas con la guerra que en su mayoría no son solventes”, escribió.
Esto significa que Rusia está gastando casi el doble en la guerra de lo que indican las cifras oficiales, señaló Kennedy.
El plan de financiación podría conducir a una crisis crediticia de largo alcance, advirtió, en gran parte al imponer pesadas cargas de deuda a empresas relacionadas con la guerra que probablemente caerán en mora con el tiempo, lo que corre el riesgo de abrumar a los bancos con “una ola de deuda tóxica”.
El análisis de Kennedy ha generado una serie de reacciones. Un comentario del Financial Times decía que demostraba que Putin estaba sentado sobre una “bomba de tiempo financiera”.
Otros son más moderados. Prokopenko y Alexander Kolyandr, un académico del Centro de Análisis de Políticas Europeas, también han cuestionado algunas de las conclusiones de Kennedy, y este mes escribieron que los temores de una crisis bancaria son “exagerados”.
Tymofiy Mylovanov, director de la Escuela de Economía de Kyiv y exministro de Economía de Ucrania, dijo que los hallazgos eran preocupantes, pero no necesariamente destructivos.
“Las condiciones para una crisis están ahí, pero ¿cuál es el detonante?”, le dijo a CNN.
Uno de esos factores desencadenantes podría ser el pánico entre los rusos comunes, que saben lo que se siente cuando sus ahorros son destruidos. Si creen que sus depósitos están en riesgo, esto podría desencadenar pánico bancario.
Desde el otoño, han circulado rumores de que el Banco Central podría congelar los depósitos de los clientes, que se han disparado a medida que los ahorradores se apresuran a aprovechar las altas tasas de interés. El Banco de Rusia ha calificado la idea de “absurda”, pero esto no ha servido para tranquilizar a los rusos, dijo Mylovanov.
“El hecho de que hablen de ello es una señal de que hay problemas”, afirmó. “No pueden dejar de hablar de ello”.
Mientras tanto, el jefe del partido Nuevo Pueblo de Rusia, Alexei Nechayev, ha propuesto una nueva ley para evitar que el Banco Central congele los depósitos de los clientes sin el consentimiento de la Duma.
Mientras el Banco Central intenta inspirar confianza, algunos expresan dudas sobre su gobernadora, Elvira Nabiullina. Aunque se le atribuyó el mérito de salvar la economía al comienzo de la guerra, algunos miembros de la élite rusa se volvieron contra ella desde entonces. El director del conglomerado estatal de defensa Rostec dijo que la alta tasa de interés clave del Banco Central estaba obstaculizando las exportaciones, mientras que el presidente del gigante petrolero Gazprom Neft dijo que el crédito caro podría afectar a las empresas que prestan servicios a la industria petrolera, lo que plantea “serias preocupaciones”.
Incluso Putin, un partidario de Nabiullina desde hace mucho tiempo, presentó una queja contenida durante su conferencia de prensa de fin de año, diciendo que el Banco Central podría haber usado otros instrumentos en lugar de alzas de tasas de interés y haber actuado “de manera más eficiente y en una etapa más temprana”.
Incluso sin una crisis crediticia, la economía rusa enfrenta serios vientos contrarios en 2025.
El Fondo Monetario Internacional estima que el PIB ruso crecerá un 3,8% en 2024, pero prevé un crecimiento de solo el 1,4% este año.
Putin admitió recientemente que “la cantidad de productos no ha crecido tanto como el consumo”, una receta clásica para el aumento de precios. La inflación se aceleró al 9,5% el año pasado, desde el 7,4%, en 2023. Algunos supermercados guardaron la mantequilla bajo llave en vitrinas para evitar robos.
Aunque los salarios han aumentado, esto refleja problemas en el mercado laboral. Putin se jacta de la tasa de desempleo de Rusia, un 2,3%, un mínimo histórico, pero esta espada es de doble filo. El bajo desempleo significa salarios más altos, ya que las empresas rusas –que no cuentan con 1,6 millones de trabajadores calificados– deben pagar más para atraer mano de obra.
La guerra ha contribuido a la escasez de mano de obra: el general de mayor rango de Ucrania, Oleksandr Syrskyi, dijo el domingo que las fuerzas rusas habían sufrido más de 434.000 bajas el año pasado, 150.000 de las cuales se registraron en combate. Y desde el comienzo de la guerra, Rusia ha sufrido más de 800.000 bajas, según las estimaciones militares de Ucrania. Las estimaciones del Reino Unido y Estados Unidos son ligeramente inferiores a las de Ucrania. CNN no puede verificar las cifras de forma independiente.
Rusia podría compensar esto fomentando la inmigración, pero los inmigrantes de Asia Central –utilizados durante mucho tiempo para cubrir vacantes en la fuerza laboral– se han enfrentado a una creciente xenofobia después de que los recientes ataques terroristas en Rusia avivaran las tensiones étnicas.
Lo más importante es que las sanciones occidentales están empezando a causar graves daños. Un paquete anunciado por el Gobierno de Biden en sus últimos días apuntaba a la “flota en la sombra” de Moscú: viejos petroleros utilizados para eludir sanciones anteriores a las exportaciones petroleras de Rusia. Decenas de estos barcos han echado anclas en todo el mundo, incapaces de atracar y descargar debido a las nuevas medidas. Según se informa, China y la India, cuyas compras de petróleo y gas a Rusia han ayudado a financiar su guerra, están buscando otros proveedores.
La negativa de Kyiv a renovar un acuerdo de tránsito de gas que permitía que el gas ruso fluyera a través de Ucrania le costará a Gazprom hasta US$ 5.000 millones al año en ventas, según informó Reuters. El gigante energético registró una pérdida de casi US$ 7.000 millones en 2023 –la primera en casi 25 años– y está considerando eliminar más de 1.500 puestos de trabajo. Menos dinero para Gazprom significa menos para el tesoro de guerra de Rusia.
La creciente tensión económica está haciendo crujir el contrato social de Rusia, dijo Prokopenko, la investigadora del Carnegie.
“La población ya no espera justicia del Kremlin; en cambio, espera apoyo financiero”, dijo a CNN.
Con este apoyo “disminuyendo” –a medida que el gasto de guerra consume presupuestos para otros servicios– Prokopenko advirtió que ahora hay “una clara divergencia entre las expectativas de la población y la capacidad del Kremlin para cumplirlas”.
Moscú no puede seguir financiando la guerra y la economía regular al mismo tiempo que mantiene una estabilidad económica más amplia, afirmó. Aunque hasta ahora el Kremlin ha esquivado las tres cuestiones, pronto podría tener que ceder en algo.
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